En la era de las aplicaciones, filtros y lo fugaz, el amor parece haberse transformado en una transacción más o hasta una oferta laboral en Linkedin. Queremos pasión, sí, pero también estabilidad financiera; buscamos conexión, pero no dejamos de evaluar logros, estatus y compatibilidad. En este contexto, Amores materialistas, la más reciente película de Celine Song (Past Lives), llenó no solo para entretener, sino para sacudir y cuestionar nuestras ideas más cómodas sobre el amor.
Con Dakota Johnson, Pedro Pascal y Chris Evans a la cabeza del reparto, la cinta nos introduce a Lucy, una “matchmaker” profesional que ha convertido el amor en una larga lista de requisitos que parecen nunca satisfacer: ingresos, altura, apariencia, edad, ideales, educación. Mientras ayuda a otros a encontrar pareja, ella misma parece incapaz de aplicarse sus propias reglas. Y es que cuando se le presenta la oportunidad de tener una relación con un hombre que parece cumplir con los estándares más altos, Lucy lo convierte en un espejo incómodo de sus propios miedos y deseos.
Un triángulo amoroso que refleja dilemas contemporáneos

El conflicto central de la película se despliega en torno a dos polos. Por un lado está Harry (Pedro Pascal), un millonario que representa la seguridad, la comodidad y la vida resuelta que Lucy siempre creyó merecer. Por el otro, John (Chris Evans), su exnovio, encarna la autenticidad, la química innegable y la incertidumbre que hace que cada momento con él sea emocionante pero impredecible. La elección que enfrenta Lucy no es simplemente romántica: es una pregunta sobre identidad, prioridades y el tipo de vida que está dispuesta a construir.
La cinta lleva al espectador a cuestionar cuántas veces hemos negociado con nuestro corazón y cuántas con nuestro ego, qué es lo que consideramos amor y qué realmente creemos merecer.
La presión del deber ser en el amor

El título, Amores materialistas, no es casual. Aquí lo material no se limita al dinero: incluye estatus, apariencia, éxito profesional, aprobación social y la ilusión de control absoluto. Lucy y los personajes que la rodean parecen vivir según un guión social invisible, donde amar también significa cumplir con expectativas ajenas.
Celine Song logra que la cinta se convierta en un espejo donde nos reconocemos: todos hemos sentido la presión de elegir pareja con una lista de requisitos interminable, de medir lo que sentimos contra lo que creemos que deberíamos sentir. La película mezcla momentos de comedia con tensión emocional, llevándonos a sufrir, incomodarnos y reflexionar sobre decisiones que parecen simples, pero que definen quiénes somos.
Una comedia romántica que despierta conversación

Más allá del drama o del romance convencional, Amores materialistas ha generado debate entre los espectadores y críticos. Algunos celebran su honestidad brutal, otros critican su final abierto, pero todos coinciden en que la cinta logra algo difícil: provocar conversación. ¿Es suficiente la estabilidad sin amor? ¿Puede la pasión sobrevivir sin seguridad? Song no ofrece respuestas fáciles, y ese es precisamente su gran acierto: obliga a reflexionar sobre cómo construimos nuestras relaciones en un mundo acelerado y lleno de filtros.
